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Alertan de que Lo Campano se ha convertido en el ´apartheid´ de Cartagena


Vecinos y colectivos sociales alertan de que Lo Campano se ha convertido en el 'apartheid' de Cartagena. Así lo pone de manifiesto Encarnación Aguirre, presidenta de Rascasa, una ONG que lleva más de 25 años ayudando a las personas más desfavorecidas de la ciudad portuaria.

Aguirre expone que el barrio ya nació en mitad del siglo XX con la idea de ser un gueto. Algo que reafirma ella comparando el muro de Berlín con la carretera que separa Lo Campano de Santa Lucía. «Esta barrera arquitectónica, junto con la situación apartada del barrio, hace que la gente de aquí vea la ciudad como algo lejano y que los propios cartageneros sientan que los problemas de Lo Campano son ajenos a ellos». Esto supone, a juicio de la experta, que la gente del barrio se cierre y sea reacia a recibir ayuda externa. «Ven normal vivir sin ninguna aspiración de progreso, están desilusionados», subraya.

Los vecinos sostienen que llevan más de una década de abandono, por eso demandan mejoras urbanísticas en el barrio con carácter urgente. Denuncian que la dejadez de las Administraciones públicas ha provocado que haya zonas en ruinas e insalubres donde se acumulan aguas residuales. Igualmente cuentan que las viviendas se les caen a pedazos, las carreteras están mal asfaltadas, no hay papeleras y que muchas de las calles se quedan sin luz con frecuencia porque farolas no funcionen correctamente. Critican que muchos de los arreglos de las brigadas municipales suelen ser «chapuzas».

No obstante, los afectados manifiestan que Lo Campano no sólo necesita ser reformado en profundidad, sino una intervención global como la que el Ayuntamiento y el resto de agentes implicados acaban de iniciar en Los Mateos, bautizado como el proyecto Fénix. Las distintas asociaciones que trabajan de forma altruista en Lo Campano pretenden formar una coordinadora fuerte, como la de Los Mateos, en la que sean los residentes quienes tomen la iniciativa de diseñar y reivindicar mejoras en su calidad de vida. El barrio tiene cerca de un millar de habitantes censados, la gran mayoría en paro.

Por el momento, la presidenta de los vecinos, Francisca Sastre, dice que todavía no ha tenido la oportunidad de hablar con el nuevo alcalde, aunque explica que «los vecinos me dicen que es un tío enrollado». La realidad es que, hasta ahora, Sastre sólo se ha reunido con Cartagena Sí Se Puede-Podemos. «Vinieron hace unos meses, tomaron nota de los problemas que sufrimos, pero no hemos vuelto a saber nada más», relata. Al preguntarle si cree que la venta de droga en el barrio ha hecho que los políticos le den la espalda a Lo Campano, Sastre lo tiene claro: «La droga ya no es un problema, esa época ya pasó. Ahora ya se vende droga en cualquier parte de Cartagena y aquí en Lo Campano vive gente humilde y pobre que está pasando hambre porque no tiene nada que comer»

La presidenta vecinal, Francisca Sastre, escucha a diario las quejas de los residentes del barrio de Lo Campano. «Tengo una vecina que la pobre ya está harta de decirme que le quiten el árbol de la calle porque las raíces de la morera le están levantando el suelo de la habitación de su hijo», explica la presidenta de los vecinos. Seguidamente, Sastre lamenta en un lenguaje llano y contundente que «por mucho que llamo al Ayuntamiento, no hacen nada, nos tienen como si nuestro barrio fuera el culo del mundo». Además, Sastre apostilla que «no hay nada que esté bien en Lo Campano, está todo ruinoso».

Las primeras edificaciones de Lo Campano datan de 1951, año en el que el Ayuntamiento construyó 59 viviendas para las personas damnificadas por las inundaciones de Cuevas del Tajo. El patronato Francisco Franco inauguró 111 viviendas en el año 1962. Un año más tarde, en 1963, Cáritas proporcionó materiales para fabricar 48 casas. Después, en los años 1970 y 1974, el patronato del caudillo volvió a hacer otras 88 viviendas para terminar de acoger a personas de El Molinete, San Antón y las Cuevas de Intendencia. La inmensa mayoría son de carácter social y se levantaron durante la dictadura. Los vecinos critican que están mal construidas y con materiales de baja calidad. Estos datos pertenecen a un estudio de Rascasa, en él no consta ninguna inversión en vivienda de protección oficial en tiempos de democracia.

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